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REVIEW: "EL DESEO"

El Deseo revela cómo este puede ser una trampa de poder y control más que una expresión genuina de amor. La obra de Víctor Hugo Rascón Banda, dirigida por Carlos Salazar, confronta al público con una relación desigual entre Susan, una mujer de posición acomodada, y Víctor, un joven inmigrante colombiano, mostrando las grietas sociales y emocionales que atraviesan su vínculo. Entre erotismo y drama, la puesta expone la manipulación y la vulnerabilidad que se esconden tras la fachada de la pasión.

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El Deseo es un intenso drama contemporáneo que explora la compleja relación entre Susan, (Marian Li) una académica estadounidense de 55 años, y Víctor, (Eduardo Pérez) un joven inmigrante colombiano de 25. Ambientada en Los Ángeles, la obra retrata una historia de pasión, poder, dependencia y desigualdad, donde ambos personajes cruzan las líneas del amor, el deseo, la manipulación y el abuso.

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Víctor Hugo Rascón Banda -dramaturgo- escribe un texto que de entrada, se podría pensar que se va por el lado más erótico y a no contar en sí una historia y enfocarse más al lado más pasional y sexual que se nos presenta en un inicio, y aunque sí tiene momentos en los que se va por estos temas, no toda la puesta en escena se enfoca en esto; Rascón escribe un texto que también critica ya que al presentarnos esta pareja, nos presenta dos perspectivas: la de Víctor que es un inmigrante que no tiene papeles y a Susan, estadounidense y profesora pone en evidencia las estructuras que aún existen: quien tiene el poder económico cree tener derecho sobre el cuerpo, los deseos y la vida del otro. También, critica la precariedad del inmigrante latino en Estados Unidos, que vive con temor. Víctor quiere estudiar, trabajar y obtener papeles, pero Susan le dice constantemente "después", mostrando la indiferencia y control.


Carlos Salazar -director- construye muy bien la relación entre Susan y Víctor, marcada por la manipulación y la dependencia. El amor no parece formar parte de este vínculo, sino que se transforma en un juego de poder, especialmente desde Susan hacia Víctor. El tono que se mantiene durante la puesta es una mezcla entre lo erótico y lo dramático, lo que hace que la obra atrape desde el principio. También hay una crítica clara al tema de las clases sociales y las desigualdades que atraviesan la historia. En cuanto al trabajo actoral, se nota una dirección muy cuidada: los intérpretes se ven muy conectados con sus personajes, y logran momentos intensos gracias a silencios bien manejados y una entrega emocional muy potente. Donde sí se siente una debilidad es en las transiciones entre escenas. Al ser fragmentos cortos y no siempre en orden, hay cambios que hacen que el ritmo baje por momentos y se pierda parte de la tensión que la obra había logrado construir.

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Marian Li interpreta a Susan, una mujer dominante y emocionalmente inestable, atrapada entre el deseo, el miedo a la soledad y la necesidad de control. La intérprete logra una entrega total al personaje de Susan, sumergiéndose por completo en su complejidad emocional. Construye con solidez a esta mujer que, desde una posición de poder, impone su voluntad sobre alguien que no tiene nada. Lo más destacable es cómo transita el contraste entre la Susan segura, apasionada y dominante, y esa otra que, casi sin aviso, se ve enfrentada a un derrumbe emocional profundo. La actriz logra este giro con gran sensibilidad, mostrando con claridad los altibajos del personaje y dejándonos ver, sin exageraciones, a una mujer en uno de los momentos más bajos de su vida.


Eduardo Pérez interpreta a Víctor, un joven colombiano, inmigrante indocumentado en Estados Unidos. El actor logra transmitir muy bien la juventud, sensualidad y energía que el personaje de Víctor necesita. Usa su cuerpo con intención y se nota cómo va cambiando a lo largo de la obra, especialmente en la forma en que se relaciona con Susan. Las escenas íntimas están bien resueltas y el vínculo entre ambos se construye poco a poco, de forma natural y creíble. Sin embargo, no usa un acento colombiano claro. Aunque el texto dice que Víctor es de Colombia, esto no se refleja en cómo habla, lo que puede sacar un poco al espectador de la historia. Aun así, el actor mantiene con fuerza la ambigüedad del personaje, mostrando tanto su lado más sensible como su lado manipulador y controlador.

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Enar Mora en la escenografía juega con todo este color de fuerza, de pasión como lo es el rojo y el deseo que la misma obra plantea al público; ahora, también se puede apreciar dos muebles que hacen un corazón roto, ayudando al público a terminar de entender la ruptura de la relación de ambos personajes. Y un electrocardiograma que es por los picos de intensidad que esta pareja vive a lo largo de su relación.


En la iluminación, Manuel Zúñiga hace un trabajo muy inteligente, siguiendo la línea de pasión de la obra, pero sabiendo también cuándo mostrar la vulnerabilidad de los personajes a través de la luz, intensificando cada momento que viven. Por ejemplo, cuando la vida de Susan da un giro de 360°, una luz tenue la envuelve y nos conduce al que probablemente sea el instante más duro de su existencia.


Gustavo Abarca diseña proyecciones que le restan a la puesta en escena, que funcionan más como algo que llame la atención del público para que los intérpretes realicen sus cambios de vestuario o escenografía que al desarrollo de la historia en sí o potencie la atmósfera de la obra, ya que, en su mayoría, son los rostros de los actores siguiendo con esto pasional que se nos ha presentado en cada escena y en vez de complementar, es reiterativo.

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El Deseo es una puesta que, más allá de su carga erótica, ofrece una mirada crítica y profunda sobre las dinámicas de poder, control y vulnerabilidad en las relaciones humanas marcadas por la desigualdad social. Gracias a la dirección de Carlos Salazar y las sólidas actuaciones de Marian Li y Eduardo Pérez, la obra logra transmitir la complejidad emocional de sus personajes y el impacto de un contexto donde el deseo se enreda con la manipulación y el abuso. Aunque algunas fallas técnicas afectan el ritmo, el conjunto invita a reflexionar sobre las consecuencias de confundir pasión con dominación y cómo las diferencias económicas y culturales moldean los vínculos. Así, El Deseo se posiciona como un drama contemporáneo que desafía al público a mirar más allá de la superficie.

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"El Deseo" se presenta en el Teatro Vargas Calvo del 08 al 31 de agosto. Viernes y sábados a las 8:00 p.m. y domingos a las 5:00 p.m.


Todas las fotografías utilizadas al hacer este review fueron tomadas de la página del Teatro Nacional.

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