REVIEW: "DE DIVORCIOS, CELOS Y MARAVILLAS CERVANTINAS"
- Daniel Morales Lopez
- 5 nov
- 7 Min. de lectura
De Divorcios, Celos y Maravillas Cervantinas mezcla la actualidad con el Siglo de Oro y ofrece una nueva mirada sobre algunos entremeses de Miguel de Cervantes. Sin alterar los textos originales, presenta un elenco entregado, que propone y disfruta cada una de estas obras breves, acompañado por una propuesta visual que transporta a la época y convierte al escenario de la Compañía Nacional de Teatro en una auténtica fiesta cervantina.
Los textos de Cervantes, pese a haber sido escritos siglos atrás, mantienen una vigencia asombrosa. El juez de los divorcios —convertido aquí en una jueza— refleja las mismas dificultades de convivencia y desencuentro que siguen habitando a las parejas de hoy; El retablo de las maravillas desnuda el miedo al señalamiento y la hipocresía de quienes prefieren fingir antes que ser distintos; y El viejo celoso, quizá el más divertido, es también el más actual, al poner en escena los celos, el control y la libertad femenina como temas que aún interpelan nuestra realidad. La puesta los aborda con humor, pero deja ver, entre risas, una crítica certera a la sociedad actual.

La Doctora Lorenza Bellota, especialista en literatura del Siglo de Oro español, se prepara para impartir su conferencia titulada “Joyas del teatro del Siglo de Oro Español: Los entremeses de Cervantes”. Sin embargo, su presentación se ve interrumpida por el grupo actoral Cervantines, convocado a la misma hora para representar algunas de esas mismas piezas.
Ante las interrupciones que estos actores le hacen a Lorenza, ambos llegan a un acuerdo: la doctora compartirá su conferencia entre los actos, mientras la compañía presenta tres de los entremeses más célebres del autor —El juez de los divorcios, El retablo de las maravillas y El viejo celoso—, dando así lugar a un montaje que combina la palabra académica con la vitalidad del teatro en escena. El conjunto es un homenaje vivo a la risa y al ingenio de Cervantes, donde el teatro se celebra a sí mismo como espacio de libertad, crítica y maravilla.

Lo interesante de esta puesta es cómo articula el contexto histórico con los entremeses cervantinos, generando un diálogo vivo entre lo académico y lo teatral. La Doctora Bellota se convierte en un puente entre ambos mundos: su presencia permite que el público acceda al conocimiento sin perder el disfrute escénico. Esta dinámica transforma la puesta en algo más que una simple función, en una experiencia que invita a redescubrir la riqueza del Siglo de Oro y su legado, incorporando referencias a figuras como Lope de Rueda o Lope de Vega, y situando a Cervantes dentro de un conjunto literario que, cuatro siglos después, sigue dialogando con nosotros.

La adaptación que realiza Claudia Barrionuevo de los textos es bastante acertada: además de lograr el balance entre lo histórico y lo teatral, permite que los entremeses se mantengan en su forma original, conservando su sabor clásico, su texto en verso y sus personajes arquetípicos. En esta mezcla de verso, farsa y reflexión, la puesta consigue que el público no solo se ría, sino que se identifique con los personajes y vea en ellos sus propios miedos, contradicciones y deseos, todo a través de la risa. Otra característica distintiva del montaje es la presencia femenina fuerte, no solo en la figura de la Doctora Bellota, que asume un papel central como mediadora entre la teoría y la acción, sino también en la reinterpretación de ciertos personajes, como la jueza de El juez de los divorcios o las mujeres astutas y desafiantes de El viejo celoso. Su mirada llena al espectáculo de una sensibilidad distinta: una lectura del Siglo de Oro desde el presente, donde las voces femeninas funcionan como parte fundamental de la historia.

La interpretación de la doctora Lorenza Bellota en manos de Andrea Oryza destaca por su tono irónico y académico, que desde el inicio marca el contraste con el resto del elenco. La actriz construye una figura seria y rígida, pero a medida que avanza la obra, esa solemnidad se va transformando con naturalidad en una presencia más cómplice, especialmente cuando se integra a los entremeses. Su incomodidad inicial ante las interrupciones resulta tan genuina como divertida, y esa evolución hacia la espontaneidad refleja con precisión el arco del personaje. En El retablo de las maravillas, la intérprete equilibra con sutileza el rigor de la catedrática con el humor del juego teatral, convirtiéndose en un puente entre lo académico y lo escénico. Gracias a ese equilibrio, su actuación no solo aporta comicidad, sino que también sostiene el hilo conductor que une los distintos entremeses y mantiene la cohesión del espectáculo.

En El juez de los divorcios, Bárbara Alpízar construye una jueza de tono autoritario y neutral que, sin perder seriedad, deja entrever con precisión el trasfondo satírico del entremés. Su interpretación equilibra la compostura propia de una figura judicial con destellos de comicidad que evidencian cómo el poder puede verse afectado por intereses externos, incluso económicos. La firmeza de su voz y la intensidad de su mirada refuerzan su autoridad, mientras el contraste con el resto del elenco genera un humor inmediato y efectivo. A su lado, Gabriela Alfaro aporta una energía fresca y vivaz como Mariana, encarnando con picardía y desparpajo a la joven esposa que busca divorciarse de su marido viejo y enfermo. Alfaro convierte al personaje en una fuente constante de humor y dinamismo, logrando que la crítica de Cervantes sobre el amor interesado y los roles de género cobre vida con naturalidad y encanto. Juntas, ambas actrices sostienen un equilibrio preciso entre sátira y ligereza, haciendo de este entremés una pieza tan divertida como reflexiva.

Ahora, con El retablo de las maravillas, Andrea Oryza y Gabriela Alfaro conforman un dúo convincente que da vida al par de embaucadores, Chanfalla y Chirinos. Oryza aporta una presencia firme y calculadora, mientras que Alfaro equilibra con frescura y soltura física, potenciando el carácter pícaro del entremés. Su complicidad se hace evidente en el manejo del humor y en la forma en que construyen el engaño ante el público, aunque por momentos el ritmo decae ligeramente, lo que podría aprovecharse para acentuar aún más la tensión cómica. Aun así, ambas actrices logran mantener la esencia crítica y festiva del texto cervantino, convirtiendo el engaño del retablo en un juego teatral tan divertido como revelador.

Por otra parte, con El viejo celoso, Yael Salazar ofrece una interpretación de Lorenza marcada por la frustración y la rebeldía, mostrando con naturalidad la evolución del personaje desde la queja hasta la afirmación de su libertad. Su humor, que combina con acierto lo físico y lo verbal, permite que cada gesto y palabra revelen la ironía cervantina y el conflicto entre obediencia y deseo. La complicidad que mantiene con Cristinica y Hortigosa fluye con espontaneidad, reforzando la crítica social a través de la risa. Por su parte, Susy Arnaez dota a Cristinica de una picardía y energía inagotables, transformándola en una presencia tan cómplice como encantadora. Más que una sirvienta, su personaje se vuelve una aliada astuta que aporta frescura y ritmo a cada escena. Su expresividad corporal y su naturalidad escénica mantienen la chispa cómica siempre viva, logrando que su Cristinica deje una huella en el público. Juntas, ambas intérpretes consolidan un dúo femenino lleno de humor, inteligencia y crítica, que potencia el espíritu festivo y reflexivo del entremés.

Pese a que la presencia femenina tiene una importancia significativa en escena, el elenco masculino no se queda atrás. Fabricio Fernández como Gobernador en El retablo de las maravillas combina autoridad y temor al qué dirán, logrando que la farsa sea aún más divertida. Con gestos contenidos y reacciones precisas, refleja la vanidad y la hipocresía del personaje, aportando un matiz cómico que refuerza la crítica social del entremés. Mauricio Sibaja como Soldado en El juez de los divorcios, aporta un humor discreto y melancólico, destacando la ironía del personaje: un hombre vencido por la rutina y la falta de oficio, cuya pasividad se vuelve tan cómica como conmovedora.

La dirección de Claudia Barrionuevo establece un estimulante diálogo entre lo clásico y lo contemporáneo, articulando con precisión el trabajo actoral y la propuesta visual. Desde el inicio, la puesta en escena se percibe ágil y dinámica, aprovechando cada rincón del escenario con un ritmo que combina risa y reflexión. Barrionuevo consigue que las situaciones cervantinas resuenen en la cotidianidad actual sin perder su raíz de época, logrando un equilibrio entre la sátira popular y la lectura crítica. Su mirada se distingue por el detalle y la sensibilidad: construye un conjunto coral donde la fuerza femenina, sello característico de su trabajo, redefine desde una óptica contemporánea el universo cervantino.

Escenográficamente, Roger Robles presenta una propuesta que, aunque visualmente ordenada, no termina de integrarse plenamente a la puesta. Las estructuras y los colores remiten al Siglo de Oro, pero su aporte a la historia no resulta del todo significativo: funcionan más como un marco genérico que como un espacio con intención dramática. Solo en algunas escenas específicas adquiere sentido, pero en la mayoría se percibe distante, sin dialogar del todo con la acción ni con el tono de los entremeses. No obstante, el trabajo del equipo creativo logra unificar la propuesta visual: el vestuario (Wendy Hall) recrea con acierto el espíritu del Siglo de Oro, con detalles que aportan color, textura y un aire contemporáneo; la iluminación (Giovanni Sandí) y las proyecciones (Gustavo Abarca) complementan la atmósfera, delimitando espacios y acentuando transiciones con sutileza; mientras que el maquillaje y los peinados (Manuel Sancho) refuerzan el carácter de cada personaje sin caer en la exageración. En conjunto, estos elementos transportan al público a la época cervantina con un lenguaje escénico coherente y atractivo.

De Divorcios, Celos y Maravillas Cervantinas se consolida como una celebración del ingenio de Cervantes y de la vigencia de su mirada sobre la condición humana. La puesta de Claudia Barrionuevo logra que el Siglo de Oro dialogue con el presente sin perder su esencia, proponiendo una lectura fresca, divertida y profundamente crítica. El equilibrio entre la teoría y la escena en la figura de la doctora Bellota, convierte la función en una experiencia teatral que combina conocimiento, humor y emoción. A través de actuaciones sólidas y una dirección que potencia la mirada femenina, la obra no solo rinde homenaje al autor, sino que también demuestra el poder del teatro para seguir cuestionando, siglos después, los prejuicios, deseos y contradicciones de nuestra sociedad.

Divorcios, Celos y Maravillas Cervantinas" se presenta del 30 de octubre al 23 de noviembre en el Teatro de la Aduana Alberto Cañas Escalante. Jueves, viernes y sábados a las 7:00 p.m. y domingos a las 5:00 p.m.
Todas las fotografías utilizadas al hacer este review fueron tomadas de la página de la Compañía Nacional de Teatro.






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