REVIEW: "EL ELECTO"
- Daniel Morales Lopez
- 1 nov
- 5 Min. de lectura
Un excepcional trabajo de actuación y dirección, El Electo de Ramón Madaula está en muy buenas manos con Roberto Bautista y Andrés Montero, quienes logran atrapar al público desde el segundo uno, y Arnoldo Ramos desde la dirección, quien maneja este texto de una manera brillante y cuidadosa, logra un montaje lleno de capas que, poco a poco van desarrollando la historia. Sin embargo, con una adaptación que no consigue conectar del todo con su público.
Una obra que puede verse con dos perspectivas: el drama y la comedia, según el punto de vista de cada personaje: en el caso del Presidente Electo es frustrante la situación que lo lleva a la cita con un psiquiatra; y en el caso del Psiquiatra, ambos géneros son aprovechados, dado que atiende al presidente con disposición de ayudarle, pero también, con su humor, lleva esta consulta a un constante tire y afloje que le aporta a la puesta una comedia inteligente.

Un hombre está a punto de dar su discurso de investidura como presidente electo, el momento más importante de su carrera. Pero justo antes de pronunciar su discurso tan significativo, comienza a sufrir unos tics incontrolables en la cara cada vez que intenta hablar en público. Desesperado, acude de urgencia a un psiquiatra para que lo cure antes del acto oficial.
Durante la sesión, lo que parecía un simple problema nervioso se transforma en una profunda exploración psicológica sobre el poder, la identidad, la inseguridad y el ego. A través de un diálogo lleno de humor e ironía, el psiquiatra desmonta poco a poco las certezas del político, revelando sus miedos, su vacío interior y su obsesiva necesidad de ser admirado.

El texto de Madaula tiene algo bastante peculiar, la comedia no se encuentra en textos específicos, o en un gag cómico, sino que, lo gracioso es todo el contexto: la situación de un presidente a punto de dar su discurso y no puede dejar de hacer muecas cada vez que intenta pronunciarlo. Arnoldo Ramos construye un tono y un ritmo impecable en el que la tensión, el silencio y la incomodidad se vuelven cómicos por sí mismos, permitiendo que el público ría tanto del absurdo de la situación como de la vulnerabilidad del poder que retrata Madaula.
Donde la propuesta pierde fuerza es en su adaptación, que opta por un enfoque más neutro en lugar de situarse en un contexto nacional cercano a nuestra realidad actual. Con un texto como El Electo, una localización más clara permitiría una puesta en escena aún más vigente y conectada con el público. Además, el uso de expresiones poco comunes en nuestro léxico genera cierta distancia, haciendo que por momentos la obra parezca desenvolverse en una idiosincrasia ajena a la nuestra.

Roberto Bautista ofrece una interpretación sumamente orgánica del Presidente Electo. No fuerza la comedia, sino que la deja surgir de la situación y de su propia desesperación, haciendo que el humor emerja de manera natural. Su transición entre estados emocionales es fluida y honesta: pasa con naturalidad de la arrogancia al desconcierto, de la euforia al descontrol, e incluso deja ver una profunda vulnerabilidad al recordar su infancia. Su corporalidad resulta especialmente expresiva; en su forma de caminar y gesticular se percibe la máscara pública del político, que poco a poco se resquebraja conforme se deja ver el hombre detrás del cargo. Aunque su dicción podría afinarse en ciertos monólogos —donde se pierden algunas palabras—, mantiene un ritmo impecable y una energía constante que sostiene la obra de principio a fin. Su química con Andrés Montero quien interpreta al psiquiatra es natural y equilibrada, creando un dúo escénico convincente. Bautista construye un Presidente Electo lleno de matices, capaz de sostener la tensión, el humor y la fragilidad del personaje con notable solidez actoral.

Andrés Montero ofrece una interpretación sumamente equilibrada y precisa del Psiquiatra. Desde una mezcla entre la seriedad analítica y un sarcasmo sutil, construye un personaje muy completo. Su presencia escénica transmite serenidad, pero también una autoridad silenciosa que invita al Presidente Electo a abrirse y dejarse guiar. Escucha con atención, cuestiona con inteligencia y analiza cada detalle con una naturalidad que mantiene al público. La química con Roberto Bautista es evidente: juntos conforman un dúo escénico dinámico y profundamente complementario. Montero aprovecha al máximo su voz y corporalidad para dotar de matices al personaje, haciendo que cada gesto y cada silencio tengan importancia. Su punto más alto llega durante las escenas terapéuticas en las que guía al Presidente a “asesinar” a sus padres, donde sostiene la tensión con precisión y logra, junto a Bautista, algunos de los momentos más memorables de la puesta.

El Electo cuenta con un equipo creativo que construye una propuesta visual que, desde antes de que inicie la función, ya está comunicando. Roger Robles junto con Jennifer Barboza llena de detalles el escritorio del Presidente Electo, reflejando desde el primer momento su estrés y la presión del poco tiempo que tiene para resolver su problema. Jerman Catalán, a través del videomapping, muestra cómo todo un pueblo tiene la mirada puesta en su presidente y cómo esa exposición lo afecta profundamente antes de comenzar la consulta. Por su parte, Rolando Trejos realiza un trabajo espectacular en el vestuario: en el caso del Presidente Electo, el predominio del azul simboliza confianza y calma, precisamente lo que el personaje carece, generando un contraste poderoso entre la imagen ideal del líder y su realidad interior. En el Psiquiatra, los tonos naranjas transmiten calidez y seguridad, cualidades que este intenta brindarle a su paciente. Así, el vestuario se convierte en un elemento narrativo más, que dialoga y amplía el sentido del texto.

El Electo es una obra que logra atrapar por la solidez de sus actuaciones, la precisión en su dirección y la inteligencia con la que aborda temas como el poder, la inseguridad y la necesidad de reconocimiento. A pesar de una adaptación que podría acercarse más a la realidad nacional para potenciar su vigencia, el resultado final es una puesta que combina humor, tensión y profundidad psicológica con gran acierto. Con un elenco comprometido y un diseño escénico que refuerza el discurso desde lo visual, El Electo se convierte en una experiencia teatral que invita al espectador a reírse del absurdo y, al mismo tiempo, reflexionar sobre la fragilidad que habita detrás de todo poder.

"El Electo" se presenta del 31 de octubre al 23 de noviembre. Viernes y sábados a las 8:00 p.m. y domingos a las 6:00 p.m.
Todas las fotografías utilizadas al hacer este review fueron tomadas de la página de Teatro Espressivo.






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