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REVIEW: "EL VIVO Y LA MUERTE"

"El Vivo y la Muerte", adaptación costarricense del clásico de Carmen Lyra: "Uvieta" y otras versiones populares de Latinoamérica, retoma el espíritu del teatro popular latinoamericano para contar, con picardía criolla y humor tico, la historia de Uvieta: un hombre tan generoso como astuto que logra engañar al Diablo y ponerle condiciones hasta a la Muerte. Con una puesta cargada de folclore, ritmo y sátira social, esta versión conecta profundamente con la idiosincrasia costarricense sin perder la esencia original del cuento.

Fotografía: Oscar Medina
Fotografía: Oscar Medina

La puesta en escena cuenta la historia de Uvieta (Juan Madrigal), un campesino bondadoso y desinteresado que, gracias a su generosidad, es recompensado por Jesús (Pedro Sánchez) y San Pedro (Carlos Alvarado) con cinco deseos. Con picardía y sabiduría popular, Uvieta utiliza estos dones para burlar al Diablo (Telémaco Camaleón), encerrar a la Muerte (Vivian Bonilla) en un árbol y hacer justicia a su manera. Sin embargo, al alterar el orden natural del mundo, provoca un caos cómico y filosófico que evidencia los límites del poder humano frente al destino. Esta fábula teatral, repleta de humor criollo, música y sátira social, refleja temas universales como la caridad, el abuso del poder, la corrupción y el eterno deseo de controlar la vida… y la muerte.

Fotografía: Oscar Medina
Fotografía: Oscar Medina

Con esta adaptación de la obra de Enrique Buenaventura (En la Diestra de Dios Padre), Mauricio Astorga toma el texto original y las versiones que se realizan en distintos países y las convierte en una celebración llena de humor, ritmo y cultura costarricense. A pesar de presentarnos una obra que ya conocemos, nos propone una crítica al poder, la avaricia y la hipocresía social. Astorga nos muestra cómo Uvieta, con su bondad e inteligencia, le gana al Diablo o a la Muerte y todo esto lo cuenta con mucha música y personajes exagerados, haciendo que el mensaje llegue claro, pero siempre entre risas.


La dirección apuesta por una farsa, ambientada en un pueblo que refuerza lo costumbrista y caricaturesco del texto. Uvieta se presenta como un pícaro astuto, y los personajes —Jesús, San Pedro, la Muerte y el Diablo— logran un buen balance entre solemnidad y humor, provocando risas sin perder su carga simbólica. El ritmo por momentos decae, pero eso permite acentuar ciertos pasajes más serios. La escenografía, resuelta en un solo espacio simbólico, distingue con claridad cielo e infierno, y el vestuario marca bien las clases sociales y las condiciones de los personajes.

Fotografía: Oscar Medina
Fotografía: Oscar Medina

Juan Madrigal como Uvieta se inclina por un enfoque cómico y humano, resaltando su generosidad y picardía incluso tras volverse rico. La voz del actor mantiene un tono natural y cercano, lo que refuerza su carácter popular, aunque su expresión corporal no siempre acompaña el texto con la misma coherencia. En escenas clave —como sus encuentros con la Muerte o el Diablo— no siempre transmite con claridad la seguridad que el personaje ya posee en el texto. Además, en varios momentos se desvía del foco principal del texto, lo que dispersa la atención, aunque consigue rescatar algunos momentos cómicos efectivos.


Katia Mora como Uvietona apuesta por un tono caricaturesco y dramático, resaltando el contraste entre su miseria inicial y su transformación cuando accede a la riqueza y el poder. Katia logra transmitir con claridad ese de deseo de ascenso social, y su evolución se percibe con nitidez. Su presencia escénica es fuerte, dominando cada aparición con energía y arrogancia, especialmente con su manera de menospreciar a los pobres, lo que acentúa la crítica social del personaje; Uvietona funciona también como un comentario sobre la hipocresía y la ambición.


Pedro Sánchez y Carlos Alvarado interpretan a Jesús y San Pedro, respectivamente. Pedro se se inclina por una figura divina cercana y serena, con una presencia que impone respeto sin perder humano ni calidez. Carlos, en cambio, tiene un personaje que es más impulsivo, lo que crea un contraste entre estos dos personajes, haciendo una dinámica muy entretenida: uno reflexivo y paciente, y el otro más desesperado.


Vivian Bonilla como la Muerte se presenta como una figura solemne imponente, con una presencia escénica que marca un claro cambio de tono en la obra. Su voz grave y su movimiento ceremonial le otorgan un aire de autoridad y misterio, destacando frente al resto de los personajes más caricaturescos. Su cuerpo transmite poder y control, reforzando su papel como algo inevitable. Junto con su canción, y un uso preciso de iluminación, complementa su construcción escénica, logrando una de las entradas más potentes de la obra.


Telémaco Camaleón como el Diablo, logra un equilibrio muy efectivo entre lo burlón, lo temible, lo ridículo y lo elegante, construyendo un personaje que se mueve entre lo amenazante y lo cómico. El actor utiliza una voz rasposa y ágil, marcando con fuerza ciertos textos y generando contrastes expresivos. Su corporalidad es dinámica y expresiva, aprovechada para provocar momentos cómicos sin perder autoridad escénica. Su entrada es sorpresiva y divertida, que sigue con el estilo de la puesta.

Fotografía: Oscar Medina
Fotografía: Oscar Medina

Telémaco Camaleón, Dennis Quirós, Javier Montenegro y Natalia Lanzoni como Patín, Candelario, Papucho y Fortunata, respectivamente, representan a los pobres del pueblo, quienes son ayudados por Uvieta. Sus interpretaciones aprovechan mucho la corporalidad y el humor físico, y funcionan como ese pueblo espectador dentro de la historia que constantemente comenta lo que sucede. Sin embargo, logran un interesante contraste dramático cuando, tras verse beneficiados, son los primeros en juzgar o abandonar a Uvieta cuando las cosas se complican por la ausencia de la Muerte, revelando una crítica velada al oportunismo social.


Paulina Bernini como la Cuentacuentos logra atrapar la atención del público llevando el hilo narrativo de la historia por ciertos momentos, con su corporalidad y versatilidad escénica, aportando dinamismo y claridad a la puesta, y sirviendo como puente entre el espectador y el universo de la obra.


Rodrigo Durán como el Señor Gobernador tiene una presencia combina elegancia con arrogancia caricaturesca, representando al típico funcionario que busca aprovecharse del poder y de los demás. Su interpretación enfatiza el oportunismo y la hipocresía del poder institucional, especialmente en su relación con Uvietona y sus intentos de manipular a Uvieta. Aunque su participación es breve, deja una marca cómica y simbólica, funcionando como una figura que condensa el abuso de autoridad y el desprecio por los más humildes.

Fotografía: Oscar Medina
Fotografía: Oscar Medina

El equipo creativo construye una propuesta vibrante y coherente, donde cada departamento aporta a un universo escénico lleno de humor, color y teatralidad. La escenografía destaca por su estilo simbólico y artesanal, con elementos como nubes colgantes, plataformas y un teatrino central que evocan un mundo fantástico y festivo. El diseño de iluminación, con tonos cálidos y violetas predominantes, realza la atmósfera onírica y acentúa los momentos de mayor expresividad. Por su parte, el vestuario ofrece una paleta variada y personajes visualmente definidos, apostando por siluetas exageradas y detalles que enriquecen la comicidad de cada figura.

Fotografía: Oscar Medina
Fotografía: Oscar Medina

Esta adaptación costarricense de El Vivo y la Muerte logra con éxito combinar la riqueza del teatro popular latinoamericano con una sensibilidad local muy marcada, usando el humor y la picardía tica para dar vida a una historia que cuestiona el poder, la justicia y la condición humana. La dirección y el equipo creativo construyen un universo teatral vibrante, con personajes bien delineados que equilibran la sátira y la solemnidad, mientras la escenografía y el vestuario refuerzan el tono folclórico y caricaturesco de la propuesta. Si bien algunos aspectos interpretativos presentan altibajos, el conjunto logra transmitir un mensaje claro y actual, que invita a la reflexión y la risa, celebrando a la vez la cultura y la idiosincrasia costarricense. Así, esta puesta se convierte en una farsa inteligente y entrañable, que revitaliza un clásico con ritmo, música y una crítica social pertinente.

Fotografía: Oscar Medina
Fotografía: Oscar Medina

"El Vivo y la Muerte" se presenta del 10 al 27 de julio en el Teatro de la Aduana Alberto Cañas Escalante. Jueves, viernes y sábados a las 7:00 p.m. y domingos a las 5:00 p.m.


Todas las fotografías utilizadas al hacer este review fueron tomadas de la página del Ministerio de Cultura y Juventud.

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