REVIEW: "LITTLE SHOP OF HORRORS"
- Daniel Morales Lopez
- 12 jul
- 9 Min. de lectura
Bajo la dirección de Marielos Fonseca, "Little Shop of Horrors" cobra vida en una versión vibrante, ingeniosa y cuidadosamente orquestada que logra capturar la esencia del clásico musical. Con su inconfundible mezcla de comedia negra, estética retro y ritmos contagiosos, la obra nos transporta a la decadente floristería de Skid Row, donde un florista tímido y una planta carnívora protagonizan una historia tan absurda como fascinante. Esta propuesta escénica no solo revive la sátira original con frescura, sino que también añade un sello propio que resalta tanto en lo visual como en lo actoral.

En una decadente floristería del barrio de Skid Row, el tímido y torpe Seymour Krelborn (Patricio Alvarado y Andy Gómez) trabaja bajo las órdenes del malhumorado señor Mushnik (Erick Córdoba) y suspira en secreto por su compañera de trabajo, Audrey. (Jimena Quesada y Natalia Vargas) Un día, tras un extraño eclipse solar, Seymour adquiere una misteriosa planta carnívora a la que bautiza “Audrey II”. (Winston Washington) La planta no tarda en convertirse en una atracción mediática, sacando a la tienda del anonimato. Sin embargo, Seymour pronto descubre que Audrey II sobrevive alimentándose de sangre humana. Atrapado entre el deseo de fama, amor y su conciencia, Seymour se ve arrastrado por una espiral de horror mientras la planta crece… y lo va dominando.

Howard Ashman y Allan Menken (Autor y compositor respectivamente) con este musical critica ciertas cosas: la ambición desmedida y sus consecuencias por medio de la planta, ya que Seymour al alimentarla, ella le da lo que quiere, pero cada recompensa tiene un costo. La pérdida de la inocencia, ya que nos muestra a Seymour en un inicio como alguien inocente, pero cómo se va cambiando de lado cuando se le ofrece lo que siempre ha deseado. Y deja un advertencia en el público: «Y no importa lo que te den, a estas plantas vos nunca les des de comer» en el que cada uno decide cuando alimentar a esa Audrey II que todos llevamos por dentro.
Marielos Fonseca - directora del montaje - logra un equilibrio entre la comedia y el horror, permitiendo que el público se ría incluso mientras presencia los crímenes cometidos por Seymour y la planta. La puesta mantiene un ritmo ágil, en el que constantemente ocurren cosas nuevas, pero también sabe aprovechar los silencios para construir tensión o generar remates cómicos efectivos. El universo escénico presenta un Skid Row decadente, reconocible y coherente con la historia, mientras que los personajes se van más por el lado de la farsa. Seymour genera empatía inmediata, Audrey se presenta con una dulzura sumisa que conmueve, Orin irrumpe con una energía dominante desde su primera aparición, y Audrey II se impone como una presencia sorprendente y amenazante. La dirección abraza el absurdo con inteligencia, haciendo convivir el humor con lo macabro.

Andy Gómez interpreta a Seymour Krelborn, un joven huérfano y tímido, vive atrapado por la pobreza y las circunstancias que lo rodean, encuentra una planta que lo eleva del anonimato a la fama, pero a un costo sangriento. Desde su primera aparición, se presenta como un personaje torpe y tierno, cuya necesidad de afecto — especialmente de Audrey — le permite ganarse de inmediato el corazón del público. A lo largo de la obra, vemos una evolución clara en su comportamiento: al inicio se deja seducir por los "premios" que le ofrece la planta, pero con el tiempo comprende que, para seguir recibiéndolos, debe pagar un precio demasiado alto. Andy logra marcar este recorrido con una voz que transmite timidez y nerviosismo al inicio, y que va adquiriendo seguridad a medida que crece la influencia de Audrey II, hasta llegar a un punto de quiebre emocional donde el cansancio y la culpa lo invaden. Musicalmente, nos ofrece un «Crecé al fin» cargado de ternura y frustración, un «De pronto, Seymour» que se convierte en una montaña de emociones, enfocado completamente en Audrey, y un «Dame» donde su lucha interna es notoria: la planta lo tienta, él duda, y finalmente cede. Esta interpretación nos deja ver a un Seymour que se humaniza, pero que también cae.
Patricio Alvarado nos presenta a un Seymour que es similar en cuanto a su torpeza y timidez, pero es más serio y no tan inocente como parece, sino que analiza un poco más las situaciones que enfrenta, lo que le da una dimensión más consciente y humana al personaje. Esta interpretación permite que el conflicto moral que vive Seymour se sienta más real y menos caricaturesco, volviendo su transformación mucho más inquietante a medida que la planta lo arrastra hacia la oscuridad. Y el momento en que cae en cuenta de las atrocidades que ha cometido, le da otra visión totalmente a la historia. Así, Patricio construye un Seymour más complejo, que deja de ser solo una víctima para convertirse en un protagonista trágico de su propia historia.

Jimena Quesada interpreta a Audrey, una joven dulce y vulnerable, marcada por una relación abusiva y un entorno que la ha hecho sentirse indigna de amor. Sueña con una vida sencilla y mejor, lejos de Skid Row, donde pueda ser valorada y querida. Desde su primera aparición, Audrey deja ver una profunda vulnerabilidad que intenta disimular frente a sus compañeras y su entorno. Jimena construye un personaje sensible y marcado por el dolor, afectado no solo por la relación abusiva que mantiene con Orin, sino por un entorno que la ha convencido de que no merece algo mejor. En «Un verde lugar», logra un momento conmovedor en el que el público empatiza por completo con sus anhelos más simples: ser amada, tener un hogar y vivir una vida tranquila lejos de Skid Row. En su relación con Orin, Quesada aparta momentáneamente el tono de farsa que domina buena parte de la obra para mostrar un miedo genuino, casi paralizante, que dota de realismo y crudeza a la escena. Gracias a este contraste, su Audrey se vuelve mucho más que un arquetipo ingenuo: es una mujer atrapada, dolida, y con una esperanza frágil que intenta abrirse paso a pesar de todo.
Natalia Vargas nos da a una Audrey notoriamente afectada por su relación con Orín y su «Un verde lugar» nos lleva a otro lugar totalmente, la esperanza de salir de ahí y empezar una nueva vida son más más que un sueño romántico, una necesidad vital. Su interpretación combina vulnerabilidad y ternura, haciendo que ese anhelo de escapar resulte profundamente conmovedor. En escena, Audrey se vuelve el corazón emocional del musical, y Natalia logra que el público conecte con ella desde lo más humano.

Erick Córdoba interpreta al Señor Mushnik, dueño de la floristería de Skid Row, y es el comerciante que ha perdido la fe en el negocio y en las personas que lo rodean. Erick construye un Mushnik malhumorado y calculador, que si bien muestra un leve afecto hacia Audrey, desprecia abiertamente a Seymour hasta que el éxito de la floristería lo obliga a reconsiderar su posición. La evolución del personaje se da no por un cambio interno, sino por interés económico, y esa hipocresía queda muy clara en escena. El manejo de la comedia por parte de Erick es uno de sus puntos más fuertes, especialmente en el número «Mushnik & Hijo» , donde aprovecha el tono caricaturesco de la obra para potenciar el humor sin desdibujar la naturaleza oportunista de su personaje.
Rafael Esteban interpreta a Orín Scrivello, novio abusivo de Audrey, un dentista que disfruta causar dolor. Rafael logra un equilibrio entre la comedia y la amenaza. Desde antes de su primera aparición ya se genera expectativa sobre su figura, y cuando finalmente entra en escena, impone con su presencia y actitud. Su interpretación provoca risa y miedo al mismo tiempo: en «Dentista», despliega una energía rockera con tintes siniestros, que revela el trasfondo perturbador del personaje. Su trabajo corporal es destacable, especialmente en escenas de alta exigencia como el número del gas («Dale ya (Es solo el gas)»), donde mantiene el ritmo y el humor físico hasta el final. En su dinámica con Audrey se refleja claramente el poder que ejerce sobre ella. Aunque como público te reís con su exageración, también queda clara la crítica que encarna.
María "Chochi" Montero, Sol Salas, Anushka Barazarte interpretan a Chiffon, Ronnete y Crystal respectivamente. Estos personajes son las narradoras del musical, observan, se divierten y nos advierten de lo que sucede en escena. Tienen una presencia en escena desde el primer momento. Con voces potentes y armonías bien logradas, en su mayoría. No solo abren la obra con energía y actitud, sino que sostienen gran parte del ritmo y el tono del espectáculo. Sus intervenciones combinan canto, coreografía y actuación con gran energía, y logran transitar distintos tonos: desde la advertencia en el prólogo hasta momentos más irónicos o festivos. Cada una de ellas aporta una personalidad propia, potenciada por el vestuario y el trabajo individual. Su presencia constante aporta dinamismo, estilo y una mirada crítica que guía al público.
Winston Washington da vida a Audrey II, una planta carnívora manipuladora y sediente de carne humana. La Audrey II de esta puesta se impone desde su primera aparición con una voz que combina lo seductor y lo amenazante, manipulando a Seymour con astucia en cada intervención. En canciones como «Dame» la interpretación vocal se vuelve progresivamente más malvada, con un tono sarcástico y firme que domina la escena. La dicción es clara, y cada intención está perfectamente medida para seducir al público tanto como al protagonista. El trabajo conjunto entre quien da voz y Johnny Howell, quien manipula la planta está completamente sincronizado, haciendo que Audrey II cobre vida con movimientos fluidos, precisos y expresivos. La criatura crece no solo en tamaño, sino también en presencia escénica, sorprendiendo y generando miedo en igual medida. Se convierte así en uno de los grandes aciertos de la puesta.

Abril Jenkins en la dirección de diseño hace un trabajo bastante detallado, dándole una vida propia a cada personaje a través del vestuario, basándose en elementos de un ecosistema que rodean a Audrey II; por ejemplo, en las Urchins, vemos insectos en cada una; en Chiffon, escarabajo que podemos ver en sus pantalones o zapatos, en Crystal, una mariposa que se logra apreciar en elementos del vestuario y en Ronnete, una abeja que se logra apreciar en su totalidad en los colores del vestuario de "Dontown (Skid Row) Este nivel de detalle enriquece la propuesta estética de la obra y refuerza su universo simbólico.
Roger Robles, diseñador de la escenografía, nos presenta un Skid Row muy decadente y peligroso, con colores desteñidos que acentúan más el espacio en el que la obra se desarrolla. También, una floristería que sigue esta misma línea, pero que tiene un poco más de vida, como si fuera el único rincón que todavía resiste al deterioro general del barrio. Este contraste refuerza el tono sombrío de la historia y permite que la aparición de Audrey II resalte aún más dentro del espacio.
Jerman Catalán en el diseño de iluminación, nos hace inmersos en Skid Row con sus luces, la iluminación en la floristería le complementa perfectamente con los tonos decantes que nos brinda la escenografía. En escenas como «Dame», su diseño es más colorido en momentos que Seymour canta, dándonos a entender la diversión y la ambición que siente Seymour al ver todo lo que Audrey II es capaz de darle. También en «Un verde lugar» la luz se concentra únicamente en Audrey, lo que logra que como público, te sintás parte de ese momento vulnerable e íntimo en el que ella cuenta su anhelo más grande. Y hay momentos en los que se necesita un poco más de luz que termine de crear la atmósfera correspondiente, como en "Don't Feed The Plants", ya que los personajes vienen desde dentro de la planta, se podría pensar que su interior es oscuro y por lo tétrico de Audrey II, ese efecto podría haberse acentuado aún más con una iluminación más envolvente o dramática. Aun así, el diseño de luces de Catalán cumple un rol clave en acompañar las transiciones emocionales y en reforzar visualmente los contrastes entre lo cotidiano, lo fantástico y lo siniestro de la historia.
Eduardo Zumbado como coreógrafo, nos advierte desde un inicio sobre los peligros que se tienen al traer a Audrey II a la vida; a través de ciertos movimientos en las coreografías, en el número "Little Shop of Horrors" con las Urchins a una atmósfera de advertencia constante que combina lo estilizado y lo amenazante. Sus desplazamientos y gestos no solo introducen el tono del musical, sino que también la tensión que se desarrollará a lo largo de toda la obra.
La dirección vocal de Andy Gómez es pulida y sólida a lo largo del espectáculo. Hay buen control y afinación en todo el elenco, con una dicción clara incluso en números complejos y rápidos como «Dale ya (Es solo el gas)». Las Urchins, cuyas canciones exigen armonías constantes a tres voces, se mantienen afinadas y coordinadas, evitando cualquier posible desajuste. El trabajo vocal no solo cumple con los desafíos técnicos del musical, sino que también refuerza el carácter narrativo de cada escena, aportando claridad y energía al montaje.

El montaje de Little Shop of Horrors dirigido por Marielos Fonseca destaca por su solidez artística, su enfoque detallado y una lectura inteligente del material original. La propuesta logra equilibrar el humor negro y el terror con una sensibilidad que humaniza a sus personajes y expone con fuerza los temas centrales del musical: la ambición, la pérdida de la inocencia y la delgada línea entre el deseo y la destrucción. Desde las actuaciones versátiles hasta un diseño escénico coherente y expresivo, cada elemento de la puesta dialoga entre sí para construir un universo atractivo, perturbador y cautivador. Fonseca y su equipo no solo revitalizan este clásico con frescura, sino que también invitan al público a preguntarse: ¿cuánto estarías dispuesto a dar a cambio de todo lo que siempre soñaste?

"Little Shop of Horrors" se presenta del 10 al 27 de julio en Teatro Espressivo. Jueves y viernes a las 8:00 p.m., sábados a las 4:00 p.m. y 8:00 p.m. y domingos a las 6:00 p.m.
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