REVIEW: "LA LÍNEA"
- Daniel Morales Lopez
- 25 may
- 6 Min. de lectura
La destrucción que ha sembrado la guerra, así como la urgente necesidad de migrar en busca de mejores oportunidades, son algunos de los temas centrales que se nos presentan en la conmovedora obra "La Línea". Con esta puesta en escena, regresan las producciones centralizadas de la Compañía Nacional de Teatro, liderada por un elenco de destacados actores y una puesta en escena que combina múltiples lenguajes para sumergirnos en una atmósfera de devastación emocional y social profundamente impactante.
Luis Thenón -director y dramaturgo- crea desde un inicio un ambiente de tensión y desesperanza en el que sus personajes se relacionan. Un lugar en el que todo está totalmente destruido y que quienes viven allí están sobreviviendo con lo poco que les queda y están devastados por lo que están enfrentando y salen de allí con la esperanza de encontrar algo mejor. La puesta en escena refuerza esta atmósfera opresiva: la escenografía árida, los tonos apagados y la música disonante sumergen al espectador en un mundo donde la esperanza es apenas un murmullo. Es en este contexto extremo que las relaciones humanas se revelan en su estado más crudo, donde cada gesto adquiere un peso vital y cada palabra puede ser un ancla o una daga.

La guerra lo ha arrasado todo. En un mundo devastado por la violencia y la desolación, una mujer (María Chaves), un viejo (Jose Arceyuth) y un joven (Luis Fernando Guzmán) emprenden un incierto viaje en busca de un destino mejor. Se dirigen hacia la línea: una supuesta frontera, un límite geográfico —y simbólico— a partir del cual creen que podría existir una posibilidad de salvación, de reconstrucción, de esperanza. Pero el camino que deben recorrer está plagado de obstáculos: las pruebas físicas se entrelazan con las emocionales, y cada paso hacia adelante se ve amenazado por la traición, el miedo, la muerte y la brutalidad que la guerra ha dejado como herencia. En medio de la desesperanza, estos tres personajes deberán aferrarse a su humanidad para no perderse a sí mismos.

María Chaves como La Mujer hace a un personaje marcado por el cansancio y aferrada a "su casa" que son las pocas pertenencias con las que anda por el viaje para llegar a la línea; añora la idea de volver al pueblo y retomar su vida allí. Chaves llena a su personaje de una sensibilidad contenida, donde cada mirada y cada movimiento revelan la carga de una vida truncada. Su interpretación logra transmitir la fragilidad y la obstinación de una mujer que, en medio del caos, sigue soñando con regresar al pueblo y retomar una vida que quizás ya no existe.
Jose Arceyuth interpreta a El Viejo, quien es el guía de La Mujer y El Joven para llegar a La Línea, donde se espera encontrar una mejor vida y conserva la esperanza de llegar a este lugar. Sin embargo, se puede apreciar que bajo su firmeza, están la duda y el miedo que lo atraviesa silenciosamente. Arceyuth ofrece una interpretación muy completa en la que en un inicio podemos ver esta figura de líder, pero conforme va avanzando el montaje, alguien que por el miedo, opta por irse con estas figuras de autoridad. Su actuación da cuenta del desgaste y de las decisiones desesperadas que nacen del instinto de supervivencia.
Luis Fernando Guzmán interpreta a El Joven. Guzmán hace de este personaje alguien muy firme, no se deja llevar por las decisiones de El Viejo y defiende a La Mujer a toda costa de las actitudes y actos de este contra ella y es quien también lo enfrenta y se vuelve el líder de este viaje hasta La Línea. Sin embargo, se deja llevar por las voces de la muerte, dejando a La Mujer sola y en este debate interno en el que se cuestiona si irse con ellos o retomar su viaje a casa. Guzmán ofrece una interpretación potente y sensible, mostrando la evolución - y la fragilidad - de un personaje atrapado entre la esperanza de futuro y el deseo de escapar del dolor.
Rocío Carranza como La mujer de los largos cabellos blancos nos presenta a un espíritu en medio del desierto que busca a los hijos perdidos y robados durante la guerra, los que no se saben si fueron asesinados o no. Con una presencia etérea, pero profundamente doliente, Carranza encarna la figura de una madre atravesada por la pérdida. Su interpretación es tanto serena como desgarradora, construyendo un personaje que habita entre el recuerdo y el mito.
Raúl Arias, Alexander Solano y Felipe Salazar interpretan a los Esperpentos, las figuras de poder de los que quienes van a La Línea están huyendo. Más que personajes individuales, los Esperpentos funcionan como una entidad simbólica que acecha, manipula y corrompe, y los tres intérpretes logra sostener esa intensidad con precisión y cohesión, logrando uno de los giros más importantes de la historia llegando a su cierre.

También están las demás intérpretes: Adriana Víquez como la sombra transparente que, con su canto constante y etéreo, acompaña a La Mujer de los largos cabellos blancos, encarnando la búsqueda incesante por los hijos perdidos. Miriam Lobo interpreta a la mujer de todas las guerras, y a través de la danza contemporánea expresa, con fuerza y vulnerabilidad, las huellas que el conflicto ha dejado en su cuerpo y en su historia. La acompaña Krisdel Badilla como la muchacha del tambor, cuyo ritmo aporta no solo tensión y urgencia, sino también un eco ritual que refuerza el peso simbólico de la escena. Ambas crean una dupla potente, en la que cuerpo y sonido se funden para representar la memoria de la violencia y la resistencia.

La escenografía diseñada por Luis Thenón permite que como público, te sintás dentro de este mundo que ha sembrado la guerra, un mundo totalmente destruido. Este se nos presenta con elementos como tierra, piedras, un desierto en el que estos personajes se encuentran. Cada detalle refuerza la sensación de desolación y abandono, creando un espacio donde el vacío físico refleja el vacío emocional de quienes lo habitan, y donde la supervivencia se vuelve tan árida como el paisaje que los rodea.
La videoescena creada por Gustavo Abarca complementa algunos de los momentos del montaje. Algunos de ellos son las escenas de los esperpentos; al ser ellos la figura que decide quién merece vivir o morir en este país extraño. Sus apariciones se intensifican con estas proyecciones, reforzando no solo su poder sino que también separándolos de la realidad y simbolizando el acecho de la muerte y la violencia por doquier.
Raúl Arias crea el paisaje sonoro para la puesta en escena, el cual se complementa con la interpretación musical de Carmen Alfaro. Ellos dos son los encargados que desde el primer momento se marque un ambiente para toda la obra, aparecen en momentos claves que nos recuerdan que estos personajes están bajo un miedo constante. La música no solo funciona como un complemento, sino que cargan de tensión, subrayando el estado emocional de los personajes y sumergiendo al público en una atmósfera inquietante.
El vestuario diseñado y el maquillaje fueron diseñados por Wendy Hall y Priscilla Mc Guinness respectivamente. Ambos van muy de la mano ya que nos muestran cómo les ha afectado a los personajes lo que han vivido físicamente. En sus rostros, se logra apreciar la sequedad de lo árido del desierto, las marcas del agotamiento, la suciedad y el desgaste. La apariencia de cada personaje no solo contextualiza el entorno hostil en el que habitan, sino que también revela su historia, su resistencia y el sufrimiento que cargan a cuestas.
El diseño de iluminación de Giovanni Sandí nos transporta a este desierto a través de colores que podemos identificar fácilmente, como el naranja y el rojo. Sin embargo, en momentos específicos, estos colores toman otro papel en la historia, especialmente cuando se presenta la línea que los personajes tanto añoran encontrar. Es en ese punto donde se revela una división: escoger entre el camino donde se encuentran estas figuras de poder o regresar al pueblo.

La Línea es una obra que no solo narra una historia de migración y supervivencia, sino que logra materializar en escena el dolor de quienes han sido arrancados de sus raíces por la violencia, el conflicto y la desesperanza. Desde su dirección hasta sus actuaciones, pasando por cada elemento visual y sonoro, la puesta en escena construye un universo árido y simbólico donde el espectador se ve inmerso en una travesía emocional tan cruda como necesaria. El montaje de Luis Thenón, en conjunto con un equipo artístico sólido, da forma a una experiencia escénica que interpela desde lo íntimo y lo colectivo, y que nos enfrenta, sin concesiones, a las consecuencias humanas de la guerra y del exilio. La Línea no ofrece respuestas fáciles, pero sí deja una huella: una invitación a mirar de frente la fragilidad de nuestra humanidad y la urgente necesidad de no olvidar.

"La Línea" se presenta del 22 de mayo al 15 de junio en el Teatro de la Aduana Alberto Cañas Escalante. Jueves, viernes y sábados a las 7:00 p.m. y domingos a las 5:00 p.m.
Todas las fotografías utilizadas al hacer este review fueron tomadas de la página del Ministerio de Cultura y Juventud.
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